miércoles, 6 de octubre de 2010

La entrevista

...Fui acercándome con renovadas ilusiones y... las esperanzas se derrumbaron...

Me encontraba delante de una nave industrial de tamaño considerable cuando observé a un grupo de unas 20 personas tomando cafés en la puerta del almacén. La escena me llamó la atención y decidí investigar y acercarme sigilosamente. Los hombres del grupo llevaban traje con americana y corbata - Por dios que no sean comerciales- pensé en mi fuero interno, pero mis sospechas se confirmaron al oír a una señora hablando por teléfono y diciendo que estaban en el descanso del curso. Con eso ya pude atar cabos antes de siquiera pisar la recepción, mi primer impulso hubiese sido salir corriendo de allí (desafortunadamente estaba ya dentro de aquel círculo humano y no podía escabullirme sin más). Y siendo sincera, había recorrido una larga carrera de obstáculos para encontrar aquel dichoso sitio así que lo mínimo era ver que podían ofrecer. 
Entré en la recepción y le dije a una chica con cara de pocos amigos que practica mente ni me miró que venía para la entrevista. Hizo un leve gesto con la cabeza y estuve sentada allí más de 20 minutos sin la menor presencia de mi entrevistador. Al fin, un hombre de mediana edad con un traje negro, mucha gomina y una sonrisa tan falsa como sus zapatos de serpiente (que por cierto chaval hace ya un siglo que pasaron de moda), me preguntó con su también falsa amabilidad si me habían atendido. Ese individuo no me dio buena espina porque me miraba "demasiado" y me hacía sentir incómoda. Me limité a decirle que aún esperaba para el tema de la entrevista y me contestó que él se ocupaba de llamar al responsable, no sin antes dedicarme otra de sus miraditas perversas. 
En dos minutos bajó otro personaje trajeado y me hizo pasar a una sala llena de otras inocentes como yo. Nos entregó un formulario para rellenar con los típicos datos personales, académicos, etc. Maldita sea, como odio esos formularios,  ¿para qué narices nos hacen rellenar algo que ya tienen de antemano en el currículum? Supongo que les gusta que perdamos el tiempo o creerse más importantes. Cuando llegó mi turno, el señor en cuestión me explicó en que consistía el  empleo, el irrisorio sueldo que violaba los perdidos derechos del trabajador y los turnos que podía elegir. Yo hasta ese momento aún conservaba la esperanza de que no se tratase de otra estafa comercial, donde debías vender un producto innecesario a tus víctimas, tu salario se basaba en las comisiones y en efecto, si no vendías, te mandaban a la puñetera calle. Otra vez, gracias a mi "buena" suerte así fue, otro trabajo de comercial con contrato mercantil que olía a estafa. 
Llegó mi turno de hablar y sabía perfecta mente lo que tenía que hacer. Respondí a sus preguntas de la peor manera que pude, tanto en las formas como en el contenido para asegurarme que esa gentuza (con perdón) no volvería a llamarme. 
Eso sí, los entrevistadores diplomáticos y políticamente correctos se saben su teatro de memoria y el mio no fue una excepción, así que se despidió con un apretón de manos y soltando la típica frase de:
“Ya te llamaremos"
(Ahora puedo decir con toda certeza que esa frase entrara en el topten de las frases odiadas).

2 comentarios:

  1. Buen blog!

    Está claro que la vida hoy por hoy... no es fácil y trabajar aun menos...

    Esta claro que trabajamos para vivir y no vivimos para trabajar... así que la búsqueda de ese trabajo idóneo o sencillamente apropiado para nosotros no es nada fácil de encontrar..

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