Llevaba ya más de dos meses en mi desesperante vida actual donde el único sentimiento que podía experimentar era el de impotencia, justamente por el hecho de no poder cambiar ni un ápice los acontecimientos. Mi tediosa rutina se me antojaba cada vez más insoportable, con la certeza de que mi búsqueda de empleo no daría frutos en mucho tiempo, agoté uno de mis últimos recursos: la visita a la INEM. Un pequeño apunte, no era mi intención inscribirme para conseguir mi objetivo, sino para formar parte de esa gran masa de parados y agudizar aún más la impresión de crisis (sea dicho de paso para algunos inexistente e incluso beneficiosa ). Además, pensé en la posibilidad de acceder a algún cursillo de formación que es como ese caramelito que le damos a un niño llorica para que se calle de una vez. Fui a buscar a mi mejor amigo, el cual representa la verdadera y típica esencia de un nini. Se había pasado un año entero sentado enfrente de su ordenador jugando al Wow y, en mi opinión, ya era hora de que espabilase. Aparcamos en un descampado próximo a la riera, a unos 15 minutos de la oficina, puesto que no me daba la gana de volver a estacionar en zona azul y desprenderme así de mis últimos y escasos recursos. Crucé los dedos para que nuestra espera no fuese demasiado larga, pero mi suerte no quería darme tregua y desgraciadamente una larga fila de personas daba la vuelta a la manzana. Estuvimos más de 45 minutos en la calle sin avanzar apenas cuando la rabia, la indignación y la ira se apoderaron de mí. La paciencia no puede incluirse en mi lista de virtudes, así que todos los pensamientos que me corroían por dentro y que yo había querido ignorar a toda costa salieron a la luz. Recordé con gran nostalgia y amargura la sensación de estrés antes de mi último examen, la ilusión al empezar las prácticas, las horas del patio donde los niños se acercaban a mí para hablarme de sus fantasías, a mi profesor de historia que me enseñó que aún hay personas con ideales,el día de la fiesta de graduación, el papeleo para apuntarme a listas que tantos dolores de cabeza me había dado y...el fin de mi sueño. Esa verdad que no podía soportar retumbaba en mi cabeza gritando que probable mente nunca llegaría a ser profesora.
Mi amigo debió advertir el hilo de mis pensamientos o quizás fue mi expresión de angustia la que me delató, el caso fue que me convenció para saltarnos la cola y acudir directa mente al tablón de anuncios. La lista de cursos no era muy atractiva a mi parecer y para colmo el único que me interesaba no empezaba hasta mediados de mayo. Un amable anciano debía estar escuchando nuestra conversación ya que...
*CONTINUARÁ*
Mi amigo debió advertir el hilo de mis pensamientos o quizás fue mi expresión de angustia la que me delató, el caso fue que me convenció para saltarnos la cola y acudir directa mente al tablón de anuncios. La lista de cursos no era muy atractiva a mi parecer y para colmo el único que me interesaba no empezaba hasta mediados de mayo. Un amable anciano debía estar escuchando nuestra conversación ya que...
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